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domingo, 11 de noviembre de 2012

“¿Tienen que violar a mi hija para sacarles de la calle?”


EC.- Begoña vive en Zorrozaurre (Bilbao) y teme por la seguridad de su familia. Especialmente por la de «mis niños». Tres. Sobre todo después del episodio que el pasado jueves le tocó vivir a Maitane, de 17 años. Una vecina «salvadora» evitó lo que podría haber terminado «en tragedia». La menor fue acosada por dos de los jóvenes “sin techo” que han ocupado las antiguas instalaciones de Cromoduro. Madre e hija, que en este artículo aparecen con nombres ficticios para preservar su identidad, se muestran convencidas de que, «si no llega a ser por la providencial intervención de esta persona, todos sabemos lo que podría haber pasado».
La pesadilla no ha terminado para ellas. Denunciaron los hechos ante la Ertzaintza, identificaron a los agresores esa misma noche, vieron cómo uno de ellos era detenido y, cuatro días después, el pasado lunes, Maitane se bajó del autobús junto a su casa y volvió a cruzarse con los dos. Explotó de miedo y rabia. Y corrió. «¿Qué podemos hacer?, ¿es que tienen que violar a mi hija para sacarles de la calle?», se pregunta Begoña. Su hartazgo es «un ejemplo más» del clima de «inseguridad» que soporta este barrio llamado a ser una de las joyas urbanísticas de Bilbao pero que, mientras tanto, sobrevive entre pabellones abandonados en los que prolifera la marginalidad.
Delito de «coacción»
«Que hay gente que vive en estas viejas fábricas es algo que tenemos asumido desde hace años. No generaban problemas, pero las cuadrillas que han llegando en los últimos tiempos sí, y muchos», se subleva la mujer. Los residentes ya han denunciado públicamente lo que consideran un preocupante incremento de delitos, que atribuyen a estas personas: tirones de bolsos, robos en pisos y locales hosteleros del barrio, e incluso agresiones sexuales. Begoña asegura tener constancia de dos, «una a mediados de septiembre a una chica también “sin techo” y otra que se quedó en intento hace apenas dos sábados a una joven en el entorno de la discoteca y que atajó la aparición de un vecino de paseo con su perro».
Ella nunca había sentido el peligro tan cerca. Su propia hija. A las siete de la tarde. Sólo con recordarlo, «se me revuelve el estómago», confiesa Maitane. «Salía de casa de la amama de una amiga y, como había oscurecido y llovía, iba rápida». Atravesaba la calle Ribera de Deusto cuando se percató de la presencia de dos «jóvenes magrebíes». No cree que tuviesen más de 18 años.
Al llegar a su altura, uno le soltó: «Guapa, dónde vas». Así consta en la denuncia presentada horas después en comisaría. El otro fue más lejos. Abrió los brazos y le ordenó: «¡Ven aquí!». La chica quiso seguir su camino y se echó a un lado, pero el segundo joven la cogió «de los pelos». «Intenté irme hacia el medio de la carretera para liberarme, pero me acorralaron contra la pared», relata.
La fortuna quiso que justo en ese instante apareciera una vecina que se paró a esperar un taxi. Giró la cabeza, reconoció a Maitane e intuyó lo que estaba a punto de suceder. No dudó en actuar. «Empezó a gritar que me dejasen, y a mí, que corriera». Así lo hizo.
«Como nunca lo había hecho», aprovechando el desconcierto de sus agresores. Sin mirar atrás hasta llegar a casa. Hasta lanzarse sobre el sofá de la sala. Sobre un mar de lágrimas.
«Era presa de los nervios -sigue Begoña-. En cuanto nos contó lo sucedido, llamamos al 112 y facilitamos su descripción». Una patrulla de la Ertzaintza localizó enseguida al primero de ellos. «En Cromoduro». Los agentes les pidieron que les acompañaran en un coche de paisano. Subieron Begoña, su esposo y Maitane, que identificó al sospechoso a través de las lunas tintadas del coche. El segundo tampoco tardó en ser detenido. Son “sin papeles”.
La denuncia refiere un delito de coacción. «Sólo hemos podido acusarles de eso porque, gracias a la intervención de nuestra vecina, no llegó a haber tocamientos», bendice Begoña. Cuando creían que todo había pasado, el lunes, sobre las 17.30 horas, Maitane se bajó del autobús y vio a los dos sujetos. A unos pocos metros. «Se me puso un dolor de tripas terrible y sólo se me ocurrió volver a correr». Esta vez en dirección contraria a su casa. Sobre la marcha, se refugió en el piso de una vecina. Salió de allí acompañada por el yerno de la señora, que la devolvió a sus padres. «No puedo quitarme de la cabeza que, si no llegan a ayudarme, me violan», repite Maitane, entre los brazos de Begoña. «El susto que tiene en el cuerpo no se le va a quitar nunca», se tortura la mujer.

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