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viernes, 10 de agosto de 2012

Musulmanes en Dinamarca

La manera  más conocida de los musulmanes para amedrentar y sub conscientemente lograr  cierto dominio sobre las sociedades occidentales, es la del terrorismo. Pero  hay una forma más sutil para influenciar sobre los pueblos que los acogen, es  la táctica demográfica.

Las mujeres musulmanas, a diferencia de las  occidentales, no usan anticonceptivos y son alentadas a parir numerosa prole.  Es común ver familias con 10 ó 12 hijos. Esa situación genera una  desproporción numérica en los lugares adonde emigran, y es usada para  imponerse sobre la sociedad anfitriona, para convertirse eventualmente en  mayoría. La maniobra es practicada en Israel por los palestinos, en Líbano por  los chiitas y sunitas, y en Europa, por los mahometanos en general, donde ya  suman 54 millones.

Hasta 1979 prácticamente no se veían musulmanes en  Copenhague. Los daneses recibían cordialmente a los extranjeros, sintiéndose  orgullosos de su socialismo liberal que había derrocado a los conservadores en  1929, y resaltaban por sus éxitos socio-económicos.

Dinamarca se  esforzó por ser una sociedad abierta donde ofrecían a los recién llegados las  mismas ventajas que a sus connacionales. La criminalidad era bajísima, el  nivel educativo excepcional, y los acompañaba una admirable historia de  humanismo y multiculturalismo.

Para 1990 la población musulmana había  crecido y no mostraba ningún interés por integrarse a la sociedad danesa; más  bien empezó a condenar su liberal estilo de vida, al que consideran  decadente.

En un artículo publicado por Daniel Pipes y Lars Hedegaard  en el que pronosticaron que el problema migratorio explotaría en Dinamarca,  relataron: “Los  inmigrantes musulmanes constituyen el cinco por ciento de la población, pero  consumen el 40 por ciento de la ayuda social”. “Los  musulmanes son apenas cuatro por ciento de la población danesa de 5.4  millones, pero forman la mayoría de los violadores convictos, un asunto  inflamable, considerando que prácticamente todas sus víctimas son  no-musulmanas. Similares proporciones se manifiestan en otros  crímenes”.

Un estudio reciente muestra que sólo cinco por ciento de los  musulmanes contraen matrimonio con danesas. Las costumbres islámicas obligan a  que la hija de ambos se case con algún pariente mahometano de lo contrario  está sujeta a la pena de muerte, cosa que lógicamente atemoriza a las  escandinavas.

Los  islamistas no tienen ningún respeto por las costumbres y normas del  lugar, y  predican abiertamente que introducirán las leyes coránicas cuando la población  alcance mayor número. Al ritmo actual, en 40 años uno de cada tres habitantes  será musulmán.

No es entonces de extrañar que en 2005 hubiera el brote  de violencia callejera por la publicación de las caricaturas de Mahoma en la  prensa danesa, que fue rematado con el ataque suicida a la embajada de  Dinamarca en Pakistán la semana pasada, del que Al Qaeda se adjudicó la  autoría.

En 2001 los daneses eligieron a su gobierno más conservador  en 70 años dejando atrás sus generosas ideas inmigratorias. Hoy Dinamarca  tiene las leyes más estrictas de Europa en ese campo, lo que ha sido tildado  de “racismo” por la prensa progre europea.

Hoy, si  quieres ser danés, debes estudiar tres años el idioma, pasar un examen  sobre historia y cultura de Dinamarca, haber vivido siete años en el  país para solicitar ciudadanía, mostrar intención de trabajar y  tener un empleo esperándote. Si quieres traer una esposa, ambos cónyuges deben  tener más de 24 años y no te resultará tan fácil llevar contigo a tus  familiares y amigos. No podrás  construir una mezquita en Copenhague, aunque tus hijos tendrán alrededor de 30 escuelas de cultura y  lengua árabe para elegir.

En 2006 el Ministro de Empleo, Claus Hjort  Frederiksen, explicó que los musulmanes han abusado del sistema de seguridad social en tal  medida que eventualmente podrían llevar al estado a la  bancarrota.

La ministra de Inmigración, Rikke Hvilshoj, sec destaca por su  firmeza en aplicar las leyes. Para testear a la Ministra, el imán radical  Ahmed Abdel Rahman Abu Laban le exigió una compensación monetaria “para  aplacar la sed de venganza de la familia”, por un musulmán que fue asesinado  en un suburbio. Hvilshoj desestimó la demanda, ante lo que el imán arguyó que  ésa era la costumbre en la cultura islámica. La Ministra replicó que lo que se  hace en los países musulmanes no es necesariamente lo que se hace en  Dinamarca. La respuesta no se dejó esperar. Prendieron fuego a su casa  mientras dormía con su esposo e hijos. Todos lograron salvarse, pero tuvo que  mudarse a un lugar secreto, y, tanto a ella como a otros ministros, por  primera vez les fueron asignados guardaespaldas, en un país donde la violencia  era inusual.

Lo que suceda en la próxima década, determinará si Dinamarca  sobrevive como un bastión de vida civilizada, con su elevado sentido  humanístico y responsabilidad social, o si se convertirá en una nación en  guerra civil contra los promotores de la Sariá.

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